Hace un tiempo yo y once amigos más tuvimos una idea que empezó como una charla cualquiera y terminó en un proyecto enorme: armar nuestro propio servidor de Minecraft con mods. Al principio parecía solo un plan loco, porque coordinar a doce personas nunca es fácil, pero las ganas pudieron más que todo.

La primera discusión fue sobre qué mods usar. Algunos querían centrarse en la construcción y la tecnología, así que el Create se convirtió en un “sí o sí”. A todos nos voló la cabeza la idea de poder hacer máquinas, sistemas automáticos y estructuras que parecían sacadas de otro juego. Después apareció la parte más polémica: varios insistieron en poner Jenny’s mod y, aunque generó risas y algún que otro debate, terminó formando parte de la lista. Además, agregamos un montón más: de aventuras, de exploración, de decoración, de biomas nuevos y hasta algunos que hacen el juego mucho más desafiante.

Lo siguiente fue buscar dónde hostear el server. Queríamos algo que aguantara bien sin que se nos cayera cada dos por tres. Entre todos aportamos plata para alquilar un servidor dedicado y así asegurarnos que los doce pudiéramos jugar sin problemas. Configurarlo fue una odisea: instalar Forge, cargar cada mod, probar compatibilidades y resolver los errores que aparecían. Pero lo hicimos juntos, cada uno aportando lo que sabía.

El resultado fue increíble. Hoy entramos al servidor y sentimos que no es un simple mundo de Minecraft, sino nuestro propio universo, construido entre risas, peleas, ideas locas y mucha cooperación. Más que un server, se transformó en un lugar donde los doce compartimos aventuras y creamos recuerdos que quedan para siempre. Y lo mejor de todo es que esto recién empieza.

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